lunes, noviembre 27, 2006

Entre Parra y los ladrones

No es que haya muerto
ni que ande de parranda,
es simplemente que empezaró el frenesí navideño
y por esto más trabajo tengo

La semana pasada nos robaron 4 nokia delante de nuestras narices en el negocio, no sabemos cómo diablos habrán hecho para que la alarma no haya sonado, parece que hubiéramos desaparecido durante esos pequeños minutos, o que un hechichero nos haya embolado la perdiz. LA cosa es que he tenido de ir de acá para allá entre denuncias y seguro pa' que la culpa no recaiga en las pobres obreras que somos (las tres desgraciadas que trabajamos en el negocio). Lo único bueno de todo este bochornoso episodio es el inspector de la policía de Vercelli.
Alto, con ojos saltones, acento del sur (debe ser siciliano o napoletano), manos gruesas y a la vez delicadas, peloso (se le notaban los pelitos cuando escribía en el pc lo ocurrido y se le subía la chaqueta). Ya ha pasado dos veces a visitarme en el negocio para saber "cómo estamos" muy perfumado y vestido de civil. Yo he recambiado sus atenciones con un vino chilensis que encontré en un supermercado de prestigio, así que digamos que tengo, casi oficialmente, una relación extra-conyugal al más alto nivel profesional. Casi que me dan ganas que roben de nuevo para presentarme en Questura con códigos imei en mano y mi acento ítalo-latino que me distingue y vuelve locos a los nacionales.

Y como escribí arriba, empezó la Navidad, en realidad esde el 15 de noviembre que el viejo pascuero dice Jo Jo Jo en el centro comercial donde trabajo, y las estrellitas iluminan la galería y la gente viene a comprar regalos. Por eso que escribo poco, porque el tiempo que me queda lo dedico al Jose, a cortarme las uñas de los pies y a ocuparme de la revista.

Gracias a todos por los deseos sobre mi abuela, seguro que desde allá arriba me acude, en mis momentos malos como ahora que nos robaron, poniéndome en frente a este macho siciliano de los dientes blancos.

P.s Me llegó de regalo un libro de Parra y me siento media parreada en el habla... se nota?
p.s.2. Vayan al blog de La Sole a escribir sus deseos in-tangibles para esta Navidad, está muy chévere.

viernes, noviembre 10, 2006

Rosalía Nemesia


Hace algunas semanas atrás se cumplieron 3 años de la muerte de mi abuelita.
Era una buena abuela, mi abuela Rosalía Nemesia. Presente con cada nieto, adoraba a los niños, sea que fueran de ella o no, adoraba tenerlos en los brazos y reírse de sus maldades. Será que la padeció cuando era una mamá joven gracias a las aventuras de mi papá (en la foto, el cara de pillo) que le solía dar duros dolores de cabeza. Una vez a mi viejo se le ocurrió salir a domar un toro, se subió encima de él y empezó a moverse al son de la bestia, no le pasó nada, pero cada vez que lo recuerda se siente en culpa porque aún recuerda la cara de espanto de mi abuela al verlo de torero.También se apena del 73, cuando por convicciones democráticas lo hicieron desaparecer por algunas semanas, dice que por culpa suya y las preocupaciones que le dio a mi abuela, ésta padeció de alzhaimer.
En realidad a mi abuela el alzheimer le empezó a venir de a poco. Recuerdo un día en que la llamamos para su cumpleaños y le dijimos “abuelita! Feliz cumpleaños” y ella nos respondió “Gracias, también para ustedes”. Ahí nos dio risa pero después empezamos a preocuparnos.
A veces nos conocía, a veces no, hasta de mi papá se olvidaba y lo trataba de “señor” y lo invitaba a tomar once, pero a pesar de todo, era siempre una gran dama.
Ese es el recuerdo más vivo que tengo de mi abuela, lo señora que era. Con el tiempo se fue achicando y la última vez que la vi me llegaba más abajo del hombro, mi tía siempre se preocupó de tenerla bien vestida y aunque sus trajes de dos plazas había que pasárselos a la modista para reducirlos, se veía siempre regia y andaba al último grito de la moda, era una vieja chic.
Cuando empezó a empeorar la solía ir a ver al hospital, ahí tenía una enfermera personal que la entretenía. Le pasaba el crochet y le desarmaba el tejido para que mi abuela siguiera eternamente tejiendo, pero mi abuela sólo tenía alzheimer, no era tonta, y se daba cuenta y se enojaba con la señora y no le hablaba por días.
De mis pololos alcanzó a conocer a dos, D llegó muy tarde. Le dijimos que era de Santiago porque Italia era demasiado lejos para ella. Cada domingo que venía a almorzar le preguntaba qué tal Santiago y cómo se encontraba su mamá, en realidad nunca conoció a mis suegros, por eso me asombro de cuánta educación tenía.
La última vez que la vi, fue el año en que murió. Fui a Chile con el Jose, que estaba recién caminando. A mí no me reconoció aunque hacían sólo dos años que me había ido, pero para mi abuela dos años eran demasiado. Preguntó simplemente de quién era hijo ese niño tan lindo, lo tomó en brazos y estuvo jugando con él a las bolitas.
Cuando murió en realidad lo esperábamos, pero fue siempre una pena grande perderla. No pude estar en Playa Ancha ese día pero llamé al celular de mi viejo y participé de los funerales desde esta bota. Fue emocionante despedirnos de ella, por semanas olía su perfume en la casa y sentía que de alguna parte me estaba observando, pero eso se pasó con el tiempo, quiero pensar que se fue al cielo o se reencarnó en una hermosa niña.
Este invierno mi tía me mandó un regalo maravilloso, un chaleco de mi abuelita Rosalía Nemesia, lo tengo como mi tuto y me acompaña mientras duermo. Sé que de una u otra forma, mi abuela sigue viva, y es en ella que pienso cuando tengo fiebre y me pongo las papas en la frente, cuando paso delante de una Iglesia – era muy devota – y cuando miro a los niños jugar.